domingo, 7 de septiembre de 2008

Historias.

El asado se hace a la intemperie para que el olorcito le llegue a Dios. Si está bien hecho, al barbudo omnipresente se le hace agua a la boca y se larga a llover. Por eso era un gran elogio para ciertos gauchos ver cómo el cielo se iba encapotando mientras la carne se asaba en esa especie de altar que es la parrilla.

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