
“Luego de dos horas de ver al chorizo que seguía crudo sobre la tórrida parrilla, Mario empezó a odiar el momento en que su índice lo señaló en la carnicería.
Nunca un chorizo había vencido la voluntad de un ser humano. ¿Por qué le estaba pasando esto justo a él?
Mientras sus ojos se clavaban en el chorizo acérrimo, pensó en ahorcarlo, en matarlo con sus propias manos. Pero al mirar “de cotelé”, sus amigos seguían observándolo y burlándose de su impericia con insultos inspirados por un tinto muy barato. Por suerte, Mario se dio cuenta de que todavía quedaba una bolsa de carbón, y mientras hubiera carbón, había esperanza…”
1 comentario:
Gracias, por tanto ingenio!
Saludos desde Suiza!
Sergio:.
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