
El gaucho argentino le da a la vaca los pastos y las tierras más llanas y nobles, tierras mimadas por un clima que está enamorado de ella, y le trae asiduamente ramos de lluvias y soles.
La vaca disfruta del paraíso verde. Su mirada nos recuerda la palabra “paz”. Por eso cuando ve acercarse al gaucho para carnearla no huye, sino que se deja matar, sabiendo que entregar el propio cuerpo es el gesto más grande de amor.
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