Sí, en 1990 Roberto Achura tuvo una poemacería. Allí, en horario de mercado, repartió sus versos a la clientela, que pagaba a voluntad. Carlos Altamirano, un mecánico de Pergamino, jura haber aumentado cinco kilos por culpa de los poemas de Roberto. En 1992 la poemacería cerró porque el local estaba alquilado y el dueño lo vendió a un "Todo por dos pesos".